Desde el jueves hasta el sábado se celebró en Medialab Prado y el Teatro Español de Madrid el evento Ciudades Democráticas, un festival internacional de las tecnologías de la participación que constó de dos partes: ConsulCon (“Por una democracia global”), centrado en el software libre de la plataforma Decide Madrid, y una Conferencia Internacional dedicada a la inteligencia colectiva para la democracia, motivo que me hizo participar el año pasado como ponente, tal como conté aquí. No pude asistir al primer día, porque estaba trabajando en otro proyecto, pero sí a los dos siguientes. Dejo por aquí un resumen, en forma de píldoras, de las ideas más sugerentes que me llevé de la Conferencia:
1. Las ciudades son el núcleo del cambio: Las ciudades son espacios de proximidad donde es más fácil impulsar experiencias de participación, y por eso la innovación democrática tiene en ellas su principal espacio experimental. Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, pidió en la Conferencia “más poder a las ciudades, para que los ciudadanos tengan más poder”.
2. Una inteligencia colectiva de más calidad: Que la ciudadanía participe activamente en la fase de recopilación de información, aportando datos u opiniones, es un paso de avance. Pero la verdadera inteligencia colectiva consiste en que participe también en la interpretación y agregación de esos datos, y que podamos canalizar la deliberación colectiva a gran escala a través de una conversación más estructurada.
3. El reto del escalado: El desafío más complejo en innovación política es llevar a escala ciudad/país los experimentos participativos que se hacen en colectivos o espacios pequeños. El escalado institucional plantea lógicas muy distintas a la experimentación en entornos más controlados porque la euforia creativa tiene que dar paso a la gestión, la sistemática, la coordinación y el marco normativo, que requiere habilidades y competencias muy diferentes a las del prototipado. Alguien apuntaba también a otro riesgo, con esta sugerente pregunta: ¿cómo evitar convertirnos en una ‘maquina electoral’ cuando se va a escala?
4. El software libre como estándar tecnológico para una democracia global: Consul, la plataforma de software libre de Decide Madrid, no sólo está contribuyendo a abaratar los costes tecnológicos de instalar estos dispositivos, y, por tanto, a hacerlos más viables; sino que favorece la expansión de estándares, la interoperabilidad, el uso de un lenguaje común y la creación de alianzas que permiten compartir en parte los costes de las sucesivas mejoras futuras. Proyectos como Consul going Worldwide me han parecido una palanca estupenda para acelerar el objetivo de contribuir a una “democracia global”.
5. Gamificando la cultura política: Los juegos parecen ganar protagonismo como dispositivos para la educación cívica y democrática, hasta el punto de que ya se empieza a hablar de “Gamificación política”. No sólo para transmitir un relato más fresco e interactivo, sino también como instrumentos pedagógicos para aprender a practicar una deliberación más saludable, entre otros valores democráticos. Richard Barbrook, profesor de la Universidad de Westminster y activo colaborador del actual líder laborista Jeremy Corbyn, nos contó el trabajo que están haciendo con Games for the Many, una colección de juegos hecha de forma colectiva por artistas, diseñadores y desarrolladores que persigue “educar, subvertir, movilizar e inspirar” a la gente para cambiar la política. Eric Gordon, de Engagement Lab, también trabaja en esta línea, como ya explicamos en este post.
6. El enfoque de género impregna en las formas de hacer política: Las nuevas políticas públicas serán feministas, o no serán. Decía Ada Colau que le gustaría que el siglo XXI sea el punto de inflexión de las mujeres, del feminismo: “y lo digo por la felicidad tanto de ellas, como de los hombres”. Para Manuela Carmena, lo más importante del advenimiento de las mujeres en lo público es que introduce una cultura de las mujeres en la gestión política, que es buena porque según ella: “la cultura de la mujer es muy práctica”, siempre está preocupada por saber para qué sirve cada cosa que hace.
7. Expandir la iniciativa ciudadana: Hay que avanzar en la coproducción de las políticas públicas desde la idea de que todo no se tiene que hacer desde el gobierno y que el espacio para la iniciativa ciudadana y la sociedad civil es mucho más amplio que el que hoy le conceden las instituciones. Una idea en la que se insistió mucho en la Conferencia es la necesidad de fomentar la corresponsabilidad de la ciudadanía.
8. Los laboratorios ciudadanos hacen una simbiosis perfecta con los ayuntamientos del cambio: La innovación democrática necesita de laboratorios para explorar y testar, así que se están replicando en muchos sitios iniciativas como Medialab Prado, que funcionan siguiendo lógicas de espacios abiertos a la ciudadanía. Son entidades que trabajan en la frontera, probando nuevos mecanismos de creación colectiva, e intentando después que esos prototipos a pequeña escala se expandan e institucionalicen en el espacio público. Esto último es lo más complicado porque a menudo estos laboratorios viven atrapados en el prototipo; pero no es el caso de Medialab Prado, en buena medida gracias a la posibilidad única que se abrió con el gobierno de Manuela Carmena de poder testar a más escala, en la propia gestión municipal, los dispositivos que nacen de esa exploración. Esa simbiosis se respira en las iniciativas municipalistas de Madrid y Barcelona, y otras ciudades, donde el prototipado y la implementación van de la mano.
9. El metadiseño de los procesos participativos define su naturaleza: Terry Bouricius decía que “hay que distinguir entre la democracia como consentimiento, que consiste en elegir entre las opciones que nos dan, y la del autogobierno”, cuando la gente toma la iniciativa para diseñar las opciones y dirigirse a sí misma. Pablo Aragón, por su parte, aseguró que la participación no es democrática per se, porque un aspecto importante a considerar es quién decide cómo participar: “tenemos que ser capaces de decidir cómo decidimos”. En mi opinión, hay mucho que trabajar en el metadiseño de estos procesos, o sea, en cómo los colectivos diseñan las reglas de juego, la gobernanza del propio proceso de diseño, para que no sea impuesto. Esto es fácil entenderlo cuando vemos que en la democracia actual a menudo nos obligan a elegir entre susto y muerte, como si no existieran otras posibilidades.
10. La legislación colaborativa nos abre a nuevas oportunidades: La co-producción de leyes con la participación de la ciudadanía es una de las líneas de trabajo más prometedoras de la democracia participativa. La propia Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, reconoció estar entusiasmada con los avances del CrowdLaw, y la posibilidad de usarlo en el desarrollo de nuevos marcos normativos para la gestión urbana. Creo que nos empezamos a organizar mejor para testar iniciativas de legislación colaborativa, y aparecen herramientas tecnológicas que pueden ayudar a que el proceso sea efectivo, pero es un mecanismo complejo que necesita todavía de mucho aprendizaje para que notemos su incidencia en las instituciones. En esa línea, decía Cristiano Ferri, fundador y director del laboratorio hacker de la Cámara de Representantes de Brasil, que tenemos por delante un gran desafío en la mejora del control social sobre los parlamentos. Según él, “la evolución natural de un parlamentario debería ser convertirse en un facilitador de inteligencia colectiva”, un escenario del que hoy estamos a años luz.
11. Descentralizar la cultura y las prácticas creativas: Es encomiable el esfuerzo que está haciendo el Ayuntamiento de Madrid, a través de Medialab Prado, para descentralizar la cultura, y la gobernanza, e impulsar iniciativas que salgan del centro y dinamicen los barrios. Poner en valor las prácticas creativas que se realizan en las periferias urbanas es una contribución enorme al objetivo de democratizar la ciudad. El proyecto Experimenta Distrito es un ejemplo precioso de cómo se pueden sacar las iniciativas creativas del centro urbano hacia los barrios. Me quedé con ganas de escuchar en la Conferencia más historias en primera persona de ciudadano/as que han pasado por estas experiencias participativas, y que hacen cosas sencillas de forma extraordinaria. Ver el trabajo de Kevin, Rosa y otras ciudadanas, plasmado en imágenes, fue bastante inspirador.
12. El espacio público como categoría política: En el espacio público afloran tensiones, pero también es un ámbito para los cuidados. Hay que recuperarlo como categoría política, como un bien común donde trabajar principios como el derecho a la ciudad, la corresponsabilidad, la ética, la estética, la solidaridad, la dignidad, y la cultura de la interdependencia, dentro de un marco de libertad que fomente la autonomía de las personas.
13. El lenguaje político se transforma: Hay un cambio radical en el lenguaje que usa el nuevo liderazgo que ahora gobierna en los ayuntamientos progresistas. Esto es algo muy saludable. Pero, al mismo tiempo, me parece ver algunos guiños en ese relato que insinúan una nueva retórica, con una sofisticación que proviene del mundo cultural o artístico, el que a veces me parece sobrerrepresentado en esas instituciones. El resultado es un lenguaje que puede pecar de endogámico, o de demasiado intelectual. En algunas de las mesas me preguntaba si con ese lenguaje es posible conectar con la gente a las que están dirigidas mayoritariamente esas políticas.
14. El escalado de la participación a nivel de ciudad necesita de la tecnología: Es imposible agregar preferencias o construir un espacio de deliberación a gran escala sin ayuda de los soportes digitales. Decidim-Barcelona, o Decide Madrid, son dos buenos ejemplos de un impulso estratégico desde las instituciones a experiencias participativas que se atreven a construir procesos multitudinarios de deliberación y de decisión. Plataformas como LiquidFeedBack, Pol.is, y el mismo Consul, no sustituyen a las asambleas y la deliberación directa, pero sirven como una herramienta complementaria para llegar a más gente y de formas diferentes, que también aportan mucho valor.
15. La dimensión espacial en la innovación democrática: La geolocalización y el mapeo colaborativo aportan nuevas capas de metadatos que enriquecen la toma de decisiones en la gestión pública. La geografía política y económica es un factor esencial para abordar la desigualdad en las ciudades, así que es una dimensión que hay que incorporar en la gobernanza urbana y en las políticas de redistribución. En la Conferencia se evidenció que ésta es un área de interés para el desarrollo de nuevas aplicaciones y proyectos de inteligencia colectiva.
16. El imperativo de gestionar la sobrecarga informacional: Se está avanzando en dispositivos y estrategias tecnológicas para ordenar, interpretar o sintetizar conjuntos masivos de datos no estructurados. Esto es esencial para resolver el riesgo de la sobrecarga informacional que genera la participación a gran escala, como bien nos recordó Tanja Aitamurto, investigadora finlandesa de la Universidad de Stanford, que tiene una gran experiencia en procesos de Crowdsourcing públicos (ver este post): “a más gente participando, más datos hay que procesar” y más difícil puede ser encajar las piezas. Los avances que se están dando en la Inteligencia Artificial, como herramienta analítica de datos, pueden ayudar a encontrar soluciones a tanta complejidad. Un proyecto más modesto que se presentó en la Conferencia, y que me gusta, es Wikum, que sirve para hacer resúmenes colaborativos de extensos hilos de debates.
17. La democracia por sorteo puede ser una opción: La crisis del sistema actual está haciendo posible, aunque todavía tímidamente, que nos atrevamos a cuestionar premisas y a experimentar con modelos alternativos. Un ejemplo de estos modelos es la “democracia por sorteo” (o “democracia deliberativa”, como se ha popularizado en Francia), que ha tenido un especial protagonismo en la Conferencia, y que se basa en la elección aleatoria de representantes en contraposición a elegirlos mediante las clásicas elecciones. Según esta corriente, la clave está en combinar muestras aleatorias (estratificadas) con buenos procesos deliberativos. Este sistema no sólo se aplica en los jurados populares, sino que se ha utilizado ya en muchos países para elegir asambleas y aprobar presupuestos municipales. No me extiendo más en este punto porque voy a dedicar un post específico a las tesis de Terry Bouricius, ponente de la Conferencia, y de otros defensores de la democracia por sorteo como el historiador David van Reybrouck, autor de un libro fascinante: “Contra las elecciones”.
18. La participación como un valor, o una estrategia: Yanina Welp nos explicó la diferencia que existe entre la participación como un valor, y como una estrategia. Puede ocurrir, nos decía, que cuando ciertos actores llegan al poder, la participación deje de ser un valor, y pase a ser solo una estrategia. Desde esa lógica, si la participación está a favor del proyecto político del poder, se le acepta, pero si no, se rechaza.
19. Acceso al expertise distribuido en la ciudadanía a través del Crowdsourcing: La implicación de la ciudadanía para resolver retos públicos a través del Crowdsourcing puede enriquecerse si se utiliza la tecnología, y una mejor gestión de los datos, para aprovechar el expertise de determinados grupos de ciudadanos, que saben más o les interesan más ciertos temas. The GovLab invita a convocar a las multitudes usando cierta segmentación, para llegar a participantes más informados y/o más interesados en contribuir según qué tipo de reto o problema se quiera resolver. Pero para que esos procesos funcionen bien, Tanja Aitamurto nos recordó que deben dotarse de una transparencia vertical, o sea, entre el gobierno y la multitud, y también horizontal, es decir, la conversación P2P que se produce entre la propia ciudadanía.
20. No se evalúan las políticas públicas, y así nos va: Se quejaba Manuela Carmena de que “las políticas públicas no están normalmente evaluadas” y que “no tenemos costumbre para reconocer qué ha ido bien, y qué ha ido mal”. Birgitta Jonsdottir, poetisa islandesa y fundadora del Partido Pirata, incidió en una idea parecida al preguntarse por qué “la gente decide ignorar el pasado”. Según ella, no se rinde cuentas, nadie se hace responsable de las decisiones, y por eso repetimos una y otra vez los mismos errores.
21. El ciberactivismo no es suficiente: Aurea Carolina, concejala de Belo Horizonte, nos hizo recordar que la democracia participativa se construye también desde la calle, más allá del ciberactivismo, trabajando con las comunidades más pobres y olvidadas del sistema político. En ese marco, según ella, hay que movilizar tres ejes de acción: la defensa de los derechos humanos, el derecho a la cultura y el derecho a la ciudad. Sin un trabajo desde las bases, donde ocurren los problemas, es difícil que la política oficial conecte con tanta gente que está decepcionada o apática.
22. La tecnología es política, y ética: La tecnología por sí sola no va a cambiar el mundo. La digitalización es solo un medio para conseguir unos fines. La revolución digital no va a ser tal, sin una revolución democrática. Para eso hay que tomar decisiones políticas, y necesitamos, como están implementando en el Ayuntamiento de Barcelona y nos contó Francesca Bria, un “código ético” que fije los limites e introduzca sensatez, y humanidad, en los procesos de implementación de la tecnología a escala de ciudad.
23. Las “Smart Cities” con, y para, los ciudadanos: Empieza a calar (¡¡por fin!!) una nueva visión de lo que se entiende por “Smart City”, para impregnar el concepto de una perspectiva más humanista, centrada en las personas y en los problemas genuinos de la ciudad, en lugar de en la tecnología o en los proveedores empresariales, que han sido hasta ahora los que han fijado las agendas de estos procesos hasta el punto de generar mucha desconfianza hacia una idea que, en principio, es positiva. Por ejemplo, como está trabajando el Ayuntamiento de Barcelona, abriendo los datos para que se socialice su uso, exigiendo transparencia en los algoritmos que utilizan las plataformas para tomar decisiones, corrigiendo la brecha de género y de renta que genera exclusión digital, y cuidando con celo la soberanía tecnológica en la gestión pública de esa inteligencia distribuida.
24. Las viejas retóricas de la clase política tradicional: Es impresionante el tono monocorde y gris con que se comunica la clase política tradicional. La mesa de intendentes y sub-secretarios de gobernación, que fue la más aburrida con diferencia de la Conferencia, sirvió para constatar que el político tradicional, cuando interviene en estos eventos, no puede sustraerse de ese estado surrealista en el que vive instalado, el de estar siempre en campaña electoral. Su discurso es de autobombo y de una retórica terriblemente previsible. Sin embargo, Colau y Carmena son otra cosa, con una puesta en escena mucho más natural. Conversan, no discursan, y eso se nota.
25. A participar se aprende participando: Para superar prejuicios hay que hacer cosas. No cabe autolimitarse. Después de pasar a la acción, con proyectos reales, muchos cargos públicos confesaron estar sorprendidos de la disposición tan positiva que mostraba la gente a participar. Lo mismo pasó con lo/as vecino/as que encontraron una respuesta de los funcionarios locales o municipales mucho más positiva de la que esperaban. No hay que dar nada por sentado. A participar se aprende participando. No hay atajos.
Para terminar, me gustaría decir que la Conferencia estuvo bien organizada, y fue una oportunidad para conocer a gente diversa e interesante. El trabajo que hace Medialab Prado es impresionante, pero, como todo, siempre es mejorable. Me hubiera gustado ver menos ponentes con diapositivas y en su lugar disponer de más tiempo para preguntas y reflexión colectiva. En la Conferencia se dio la curiosa contradicción de que un evento que trata sobre la participación elige un formato que no es tan participativo, que prima el formato charla o la mesa no-redonda en detrimento de la conversación y la construcción colectiva de conocimiento. Por lo demás, todo perfecto, y hecho con mucho cariño…
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