Acabo de leer “Too big to know” (“Demasiado grande para saber”), de David Weinberger. Este buen hombre es un viejo conocido de Internet. Co-autor del Manifiesto Cluetrain (y su “New Clues”), y de títulos destacados como “Small pieces loosely joined” o “Everything is miscellaneous”.
La tesis central del libro es que el conocimiento ahora es propiedad de la red, vive en la red, y es imposible separarlo de ella. Es más de la Red que de individuos-que-saben-cosas, o de los objetos que lo contienen (por ejemplo, los libros), o de las instituciones tradicionales que lo facilitan. Por eso, la clave hoy es construir y conectarnos a redes que nos hagan más inteligentes.
Según Weinberger, la gestión del conocimiento consistía (antes de Internet) en crear y controlar la escasez: “Hemos manejado la manguera contra incendios reduciendo el chorro. Hemos hecho esto mediante un elaborado sistema de filtros editoriales que impedía que la mayor parte de lo que se escribía se publicara… El conocimiento ha consistido en reducir lo que necesitamos saber”. Pero ahora, por supuesto, la información es abundante y crece (se multiplica) a medida que inventamos nuevas maneras de crear, descubrir, capturar y analizar; y “eso es lo que les aterroriza a los (perdonad la expresión) viejos esfínteres de la información, que la controlan y poseen. Este conflicto surgió cuando Gutenberg inventó el libro impreso y los académicos temían que acabaríamos teniendo demasiados. Y vuelve a pasar ahora con Internet”.
Ante este nuevo escenario, insiste el académico de Harvard, no se debe intentar reducir la abundancia inherente a las redes introduciendo una escasez artificial, como imponer a las bibliotecas digitales las mismas limitaciones de acceso que eran propias de la librerías tradicionales.
Aquí tienes dos reseñas del libro que me han gustado, y que son bastante diferentes. Una de Jeff Jarvis, y otra de Emilio Quintana. Destaca éste último cómo el conocimiento ya no puede verse como “una serie finita de contenido preciso y fiable ordenado en repositorios” sino como “un flujo, una red de discusiones y razonamientos”. En resumen, se está produciendo un cambio de paradigma “del libro a la habitación” (de ahí la frase más recordada del libro: “la persona más sabia en una habitación, es la habitación”), entendida la habitación como la red en que se basa la ecología del conocimiento en la que cada persona se desenvuelve.
Una buena parte del libro se dedica a revisar creencias tecno-deterministas sobre Internet. Weinberger piensa que Internet puede contribuir a que estemos mejor informados, y seamos más capaces de explorar distintos puntos de vista sobre un problema, así como para contextualizar cualquier dato o conocimiento que encontremos. Pero, y aquí está la clave: “La red nos va a hacer más inteligentes, sólo si queremos ser más inteligentes”, o como dice Michael Nielsen: “No hay contradicción en la creencia de que Internet puede mejorar y reducir la inteligencia. Usted puede usar un martillo para construir una casa o para romperse un dedo”.
Otro tema interesante es el impacto del conocimiento-en-red en los modelos de gobernanza. Afirma Weinberger que si el conocimiento y la información se distribuyen con una geometría de red (en lugar de la clásica pirámide), entonces debería pasar lo mismo con el liderazgo, porque éste depende en gran medida del acceso a la información: “A medida que el conocimiento pasa a ser más propiedad de las redes (que de determinados individuos), el liderazgo práctico y efectivo también se reparte más”. Lo cierto es que el entorno cambia hoy mucho más rápido de lo que el modelo jerárquico puede gestionar, y los modelos de decisión basados en las redes son más flexibles y adaptativos, además de escalar mucho mejor que los basados en jerarquías. Eso dice Weinberger, y en principio estoy de acuerdo, pero la decisión en red introduce otros inconvenientes y complejidades que no es momento de tratar aquí
Para terminar, comparto otras ideas que me parecieron interesantes del libro (por cierto, no las pongo entrecomilladas como citas, porque son versiones libres, con algún toque personal):
- Lo que un bloguero enlaza, le define.
- La solución a la sobrecarga informacional es, paradójicamente, crear más información: metadatos
- En los libros, hay una secuencia establecida para contar una idea. El hipertexto, en cambio, subvierte el control del autor sobre el orden de la narrativa. Los enlaces se convierten en una “ecología de tentaciones” para desviarse del rumbo fijado por el autor.
- Internet es un espacio de “desacuerdo perpetuo”: para cualquier idea que uno pueda tener, siempre habrá otra que la contradiga.
- El mismo Internet que nos puede encerrar en “cámaras de eco”, nos puede salvar de ellas gracias a su libertad y diversidad.
- El conocimiento-en-red encaja mejor con la actual complejidad del mundo, que esas noticias o informes que dicen ser tan “objetivos”.
- Dado que la objetividad es imposible, y ha perdido credibilidad; su sustituta más realista es la transparencia.