Esta madrugada te fuiste, papá. Desperté en Vitoria con la terrible noticia. Te habías estabilizado últimamente, así que pensaba que nos darías unos años más. Ayer mismo me dicen que se te veía bien, más lúcido, compartiendo con tus compañeros, pero anoche agravaste y tu cuerpo ya no dio más. Hoy escribo este post en tu homenaje, pero también como terapia.
Estuve este fin de año con mi padre en Argentina, así que conservo recuerdos frescos de pasar muchas horas juntos en el hospital. Fueron días muy intensos. Mi papá era un hombre algo arisco para exteriorizar las emociones, así que no recuerdo haber tenido tanto contacto físico, afectivo, con él como en esos días de hospital. De besarlo, hacerle caricias, agarrarle la mano, buscarle la sonrisa. Ya me costó verlo tan flaco, débil y con la mente ida. Ahora me alegro de haber hecho ese viaje tan precipitado porque al menos siento que pude despedirme.
Don Amalio Juan Rey podía ser un tipo duro y seco. No era fácil discrepar con él. Nunca fue un hombre dócil. Fue un rebelde, con una cabeza privilegiada para desafiarte con los mejores argumentos. Era un hombre cabal que se movía por convicciones. Y se tomaba los temas bastante en serio, no soltaba el hueso una vez que lo trincaba, buscándote las cosquillas como saben hacer los provocadores astutos. Yo a menudo entraba al trapo, y todavía me arrepiento de no haber evitado algunos desencuentros en los últimos años.
Sabía quedarse en su sitio, y ser discreto si mandaban las circunstancias. Respetaba todas las decisiones personales, salvo las políticas, que siempre le concernían. Sí, mi papá amaba la política, y vivía para ella, aunque no la ejerció orgánicamente de forma partidista. Para él un enemigo político era un enemigo sin contemplaciones. Su consigna: “a la reacción, ni el agua”. De hecho recuerdo muchos momentos políticos de gran intensidad que compartí con él de niño mientras viví en Argentina. Dos de ellos especialmente. El primero, la toma de posesión de Héctor Cámpora en Mayo de 1973, acto al que asistieron Salvador Allende y Osvaldo Dorticos, quien era por entonces presidente de Cuba. Hurgando en los recuerdos, encontré hoy un documental del gran Santiago Álvarez que me transportó a esos días en que mi papá estaba exultante. El otro momento, mucho más triste, y que se produjo unos meses después, fue el golpe de estado y asesinato de Allende en Chile. Jamás olvidaré la rabia y el sufrimiento que se vivió en casa en ese septiembre, y lo mucho que afectó aquello a mi papá.
Me separé de él con 12 años, cuando regresamos a vivir a Cuba junto a mi madre. Fue dramático. Eran tiempos difíciles porque mi papá luchaba contra la dictadura, que lo metió en la cárcel y es lo que le salvó de no ser uno más en la lista de desaparecidos. Fue un milagro que sobreviviera a aquello porque era un abogado de izquierdas muy señalado. Después lo mandaron al exilio, que vivió entre México y España, pero no tardó ni un mes para pegar la vuelta a su Argentina querida apenas le dejaron.
Su pasión era el Che Guevara, al que le dedicó mucho tiempo de investigación y sobre el que publicó su primer libro (“Sobre el mensaje del Che Guevara a los argentinos el 25 de mayo de 1962 : qué circunstancias lo rodearon y otras reflexiones”). Estaba escribiendo la segunda parte, con más enjundia todavía, pero la salud impidió que la terminara. Subir a su biblioteca, en el segundo piso de la casa en Córdoba, donde había libros y fotografías de un valor histórico enorme, era como subirse a una montaña rusa en la que cada curva te espera una nueva sorpresa. Aquí tienes, por ejemplo, una foto de mi papá en Cuba junto al Che Guevara y Raúl Castro.
Disfrutaba mucho con sus sobremesas, que se extendían hasta el infinito, porque era un estupendo contador de batallitas. Sabía hacer reír con su humor tan mordaz. Fino tomador de vino, y un maestro con la parrilla. Anita siempre dice que como “los asados del abuelo Amalio” no hay nada que se le parezca. Mi papá era futbolero, aunque le había perdido interés por lo podrido que anda el negocio de los clubes. Defensor de causas perdidas como yo porque era hincha de Platense, una opción aún más insensata que ser del Betis en cuanto a posibilidades de títulos se refiere.
Era un pro-cubano incondicional, así que no creo que me equivoque si digo que me siento el culpable de una de sus mayores frustraciones, cuando decidí no volver a Cuba, y quedarme a vivir en España. Estoy seguro que lo decepcioné, y se la debo. También intuyo que, conociéndome, llegó a entenderme. Mirta, su compañera inseparable, una mujer extraordinaria, con la que han estado 40 años juntos, está desconsolada. Para ella también este homenaje.
Te quiero, papá. Has sido un buen hombre. Luchaste por lo que creíste. Lamento no haber tenido más tiempo para decírtelo. Karina y yo, tus hijos, nunca te olvidaremos. Mañana tomo mi avión a Argentina para despedirte. Mientras tanto, aquí estoy en un hotel de la fría Vitoria, hurgando en álbumes de fotos y castigándome de impotencia.
