Ya me hubiera gustado a mí haber estudiado en una escuela de arte. Quizás sea mi modo de reconocer cierta frustración por mi escaso talento y formación artística. Ahora lo que me queda es hibridar, acercarme a las artes con curiosidad intentando superar mis complejos, con la tibia esperanza de que algo se me pegue
El libro que voy a reseñar hoy me lo encontré por sorpresa en la tienda del Tate Modern, después de visitar una exposición de Paul Klee mientras pasábamos con la familia el fin de año de 2013 en Londres. “101 Things to Learn in Art School” es del artista neoyorquino Kit White y fue publicado en 2011 por The MIT Press. Es de formato pequeño, con una idea por hoja y acompañada siempre de un dibujo. Después de leerlo en inglés y traducir los textos, acabo de darme cuenta que hace poco se publicó la versión en español. Aquí tienes el enlace por si te interesa: “101 cosas que aprendí en la escuela de arte”.
Mi interpretación de este libro es aplicada. Quería ver cómo puedo aprovechar estas pautas en el tipo de proyectos, ensayos y reflexiones que hago habitualmente. Por ejemplo, asumiendo el hecho de bloguear como una forma de expresión (con más o menos fortuna) de mi yo-artista, entendido éste en su sentido más laxo. También cabría, y no es ninguna tontería, introducir un poco de sensibilidad artística al frugal ejercicio de la consultoría.
En julio de 2012 escribí un post: “¿El artista como catalizador de innovación?”. Allí comentaba que si es cierto, como dice Reinaldo Laddaga, que “lo que la sociedad necesita no es lo que hacen los artistas, sino lo que son”, pasar por una escuela de arte no te hace un artista, pero puede facilitarte las cosas. Y ahora, mientras leía este libro, me he planteado cómo podría añadir algo de “actitud artística” a lo que hago. No sé si eso te lo planteas tú, pero a mí ese reto me seduce, quizás porque (como ya he dicho) soy consciente de que estoy bastante falto de ello.
En esta entrada entremezclo ideas del libro con opiniones mías. La traducción del inglés era complicada, algunos pasajes me costaron lo suyo por el estilo narrativo del autor, así que digamos que he hecho mi versión personal y enriquecida, no sólo para mejorar la fluidez del texto en formato-post, sino también para plasmar mis propios puntos de vista. Sin más vueltas, ahí van 15+1 cosas que creo que nos puede enseñar el arte:
- Aprende a dibujar: El dibujo es mucho más que una herramienta para representar lo que vemos. Es un lenguaje, con su propia sintaxis, gramática, y urgencia. Aprender a dibujar es aprender a observar; y nos enseña cómo pensar con los ojos. Esta idea va dedicada a Asier, que hace de esto su forma más personal de expresión, incluso en consultoría.
- La remezcla como proceso creativo: El arte no es sólo “auto-expresión”. Incluso las obras de más pura imaginación se inspiran en fuentes externas. Los buenos artistas se ponen serios reconociendo sus fuentes. Por otra parte, cada material prestado o apropiado lleva embebida la agenda de su creador/a original, así que si vas a realizar collages a partir de imágenes y materiales de otros, sé consciente de que para que el resultado sea realmente tuyo, tendrás que subvertir la agenda original.
- Todo arte es bastante inútil (Oscar Wilde): El arte no es utilitario, y si lo es, tal vez no es arte. En mi último post citaba a Paul Auster, que apuntaba en la misma dirección: “el mejor argumento a favor de la importancia del arte radica precisamente en su inutilidad, que somos más profunda y convincentemente humanos cuando hacemos algo por el puro placer de hacerlo”. Esta es quizás de las cosas que más valoro, y que más me cuesta atrapar, de la actitud artística.
- La objetividad es en gran medida una ilusión: Incluso los expertos y medios de comunicación, que aspiran a documentar los hechos, sesgan sus análisis dejándose influir por las predilecciones del ojo que está detrás de la lente. El proceso artístico es esencialmente subjetivo, y a eso contribuye el rol que juegan los sentidos. La textura se registra visualmente. Todas las imágenes son abstracciones, incluso las fotografías. Nuestros cuerpos son receptores, y todavía reaccionamos ante el mundo como animales. El realismo es todo lo contrario al arte. Cuanto mayor sea el arte, mayor es la ilusión.
- La metáfora como dispositivo para gestionar la complejidad: El mundo es infinitamente complejo, así que los intentos de simplificar tienden a eliminar los elementos contradictorios; dejando de capturar así esa complejidad. Es bastante común la tentación de querer descartar las contradicciones que producen complejidad, pero es un error hacerlo porque son parte de cualquier retrato del momento. Una solución es tratar de comprimir o condensar esos elementos irreconciliables en una forma distinta o más abreviada, y ese es precisamente el papel de la metáfora. Como dice Ann Lauterbach: “Se puede condensar, pero no simplificar“.
- Sobre el estilo: El estilo es el subproducto de decir lo que se quiere decir de la manera más apropiada que un creador puede hacerlo. Un estilo significativo surge de la necesidad de expresión, y no es el resultado de una elección consciente. Esta idea que he subrayado es tan importante como difícil de aceptar, pero es cierto que el estilo no se busca, se encuentra.
- Todo arte es político: Las decisiones que tomas sobre lo que describes, y el medio que eliges para hacerlo, siempre estarán sujetas a una interpretación que tiene implicaciones políticas. El mundo que, como creador, describes… es el mundo que promueves.
- Una idea es tan buena como su ejecución: Es crítico aprender a dominar los medios. Un trabajo mal realizado puede arruinar una buena idea o convertir una ejecución lamentable en el centro de la atención. Y el consejo de White que me parece más instructivo: sólo puedes calibrar la necesidad de descartar o rechazar una técnica si has logrado primero el dominio de la misma.
- El arte es un proceso de descubrimiento: Hay que abordar el proceso de trabajo como un viaje. Busca las cosas que no sabes, las que se revelan o se ponen inadvertidamente al descubierto. Si te ves sólo usando lo que ya sabes, y no descubres algo nuevo que te sorprenda, entonces no estás involucrado a fondo en la experiencia. La mayoría de los grandes avances no se dan producto de la premeditación. Nuestra capacidad de descubrir es generalmente mayor que nuestra capacidad de inventar. En fin, lo de siempre: disfruta del proceso. Eso marca la diferencia.
- El contexto determina los significados: El momento y espacio sociocultural que rodea a una obra, objeto o evento, le impregna de un particular significado. Siendo así, el contexto puede ser un asunto delicado y resbaladizo porque tiene el poder de redefinir los límites. Por ejemplo, una performance en una galería puede convertirse en activismo político si se hace en la calle. Y añado yo el factor temporal: una obra artística que se publique esta semana en Europa, y contenga algún elemento o guiño que pueda interpretarse en clave de Charlie Hebdo (aunque el creador o creadora ni se lo haya planteado), no escapará a esa lectura que marca el contexto.
- El buen arte no deja nunca de revelarse, y descubrir sus secretos puede llevar tiempo: No se puede juzgar el impacto completo de una obra sin horas de observación. La impresión inmediata cuando uno se reencuentra con ella es crítica. Las grandes obras revelan sus secretos lentamente. Si traslado esta idea, inspirada en las imágenes, a otros terrenos como el de los textos, reconozco que esto también se cumple.
- La sinceridad no es un valor en el arte: Me ha costado asimilar esta idea, porque soy de los que cree que el arte sincero aporta un plus de complicidad, pero entiendo el sentido del mensaje. Explica Kit White que una vez que la obra abandona el estudio y sale al mundo exterior, la sinceridad del creador es un débil predictor de su éxito. Fuera del estudio, la obra se expresa y revela por su cuenta sin que el creador o creadora pueda estar presente para explicarla. Parece tener sentido este consejo de White, cuando invita a evitar lo que llama la “falacia intencional”: No trates de defender los defectos de una obra con argumentos basados en que se ha hecho con buenas y sinceras intenciones, porque ese no es un criterio de juicio válido.
- Un diseño agradable no hace por sí solo un arte interesante: El diseño es sólo el primer paso para hacer algo sustancial y convincente. Para conseguir algo realmente bueno, una obra debe ir mucho más lejos de la mecánica de la estructura y disposición formal de los elementos. Mi impresión es que esto se aplica incluso hasta en los ensayos, que uno presupone más sobrios, y que el desafío parece estar en encajar las emociones dentro de un discurrir coherente, que no es tarea fácil.
- Aprende a aceptar la crítica: La crítica es el fundamento de la educación de las escuelas de arte, y aprender a hacer un uso constructivo de ella es una de las lecciones más difíciles de asimilar. Mira a tu trabajo, y el de otros, tan desapasionadamente como puedas. Sentirte herido o ponerte a la defensiva, aunque suele ser una reacción natural, no ayudará a mejorar nada. Reconoce los sesgos y manías de quienes juzgan tu trabajo para que puedas hacer el mejor uso de sus comentarios. Estar en desacuerdo con la crítica no es malo per se, pero resistirse de forma refractaria puede no ser constructivo, ni útil. “Sé valiente bajo el fuego”.
- Evita los clichés y lugares comunes: A menos que uses los clichés irónicamente, éstos no se llevan bien con la calidad artística. Trata de evitar imágenes gastadas; por ejemplo, el llanto de un bebé como símbolo de la vulnerabilidad. Clichés y chistes proporcionan accesibilidad instantánea pero se desvanecen rápidamente. Esta es de las cosas que perciben con facilidad los artistas genuinos, y que más les irrita.
- El estudio es, más que un lugar para trabajar, un estado mental: Es el lugar donde se establece tu práctica, y donde experimentas y meditas sobre tus resultados. Ya se trate de una habitación o un ordenador, el estudio es tu espacio de creación, y tienes que mimarlo y cuidarlo al máximo.
